No siempre la culpa es un sentir que alcanza la conciencia. En realidad,
 es mucho mayor la frecuencia en la cual permanece escondida en la 
sombra de lo inconsciente, que lo que navega a la luz de la percepción 
de nuestro yo. Pero, que no la tengamos presente, no significa que no 
ejerce su poder sobre nosotros. Y, una de las maneras por las cuales la 
culpa se expresa, es como grito en el cuerpo: el dolor. Un dolor cuya 
raíz hay que bucearla en nuestro mundo 
emocional. La conciencia calla, la memoria olvida, pero el cuerpo 
siempre habla y siempre recuerda. En este punto, creo que hay que 
revisar la relación que existe entre Impatiens y Pine y considerar, 
hasta qué punto, el dolor que Impatiens padece, no está originado por un
 sentimiento de culpa no asumido. La crueldad que ejerce hacia otros, es
 la contracara de la crueldad Pine, ejercida sobre uno mismo. Hay una 
frase de Bach, sobre Impatiens, que puede servirnos de nexo: “Es útil en
 aquellas personas que (sin importar su estado aparente) están haciendo 
un gran esfuerzo para sobreponerse a alguna cualidad adversa: de ahí la 
intensidad del sufrimiento cuando temen fallar.” “Temen fallar”, en 
Impatiens, mientras que, en Pine, tal vez sea, “He fallado”. Pero, de 
todos modos, la cuestión es falla, falta, error, tacha, fracaso… En toda
 esta dinámica, es bueno observar que, cuando la culpa aprieta nuestra 
vida, y no somos capaces de deshacernos de ella y liquidarla, es muy 
común que el castigo muerda el cuerpo como síntoma. Enfermedades 
autoinmunes, hipotensión, patologías del sistema nervioso, infecciones, 
patologías hepáticas, articulatorias y de la piel, son algunos ejemplos 
de este proceso, en el cual, la persona, se hace cargo de la autoría de 
un daño y paga con dolor esa culpa. De ahí la importancia que Pine tiene
 en ayudar a liberar esta creencia que consume la estima y la dicha de 
nuestra vida.

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