martes, 12 de febrero de 2019

PINE - Segunda Parte

Para el Psicoanálisis, la culpa, deriva del temor a la autoridad paterna que, con el tiempo, pasa a convertirse en una función interiorizada como una estructura, que Freud llamó Super-Yo. En cierto sentido, Freud reemplaza el pecado original por el Complejo de Edipo, en donde, el deseo y su prohibición chocan entre sí y, dan lugar, a la construcción de la culpabilidad como un descargo y excusa, por lo que se ha deseado, es condenable y merece castigo. Vista de este modo, la culpa, es casi un pedido disculpa y perdón que, sin embargo, no encuentra redención y que, por el contrario, muchas veces se hace síntoma. De tal manera, el cuerpo “paga” la deuda de la culpa no aceptada y no expresada y, por lo tanto, no cancelada. Por esa vía el afecto se hace afección. Joan B. Torelló, un lúcido sacerdote catalán autor, entre otros, de un bello libro “Psicología y Espiritualidad”, comenta lo siguiente: “Si esta “deuda” o “culpa” no es reconocida, nacen, entonces, profundos sentimientos de culpabilidad, de los que, en realidad, no debiera el interesado ser “liberado”, sino más bien descubrir su naturaleza y asumir la responsabilidad. Hay que entrar en la noche oscura de la criatura, como místicos y santos supieron hacerlo. Hay que aprender a cargar con la propia culpa, sin desfigurarla ni atribuirle otro contenido. Este es el objetivo de toda verdadera psicoterapia que se proponga la apertura del ser al mundo, al prójimo, a los valores.” Sin embargo, a pesar de lo que señala Torelló, creo que es sabio vivir sin culpa. Y, esto, es lo que enseña Pine.

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