viernes, 18 de septiembre de 2020

Lo sagrado de un árbol

 

“En sus copas susurran el mundo, sus raíces descansan en lo infinito, pero no se pierden en él, sino que persiguen con toda la fuerza de su existencia una sola cosa: cumplir su propia ley, que reside en ellos, desarrollar su propia forma, representarse a sí mismos. Nada hay más ejemplar y más santo qué un árbol hermoso y fuerte. Cuando se ha talado un árbol y éste muestra al mundo su herida mortal, en la clara circunferencia de su cepa y monumento puede leerse toda su historia: en los cercos y deformaciones están descritos con facilidad todo su sufrimiento, toda la lucha, todas las enfermedades, toda la dicha y prosperidad, los años frondosos, los ataques superados y las tormentas sobrevividas. Y cualquier campesino joven sabe que la madera más dura y noble tiene los cercos más estrechos, que en lo alto de las montañas y en peligro constante crecen los troncos más fuertes, ejemplares e indestructibles.

Los árboles son santuarios. Quien sabe hablar por ellos, quien sabe escucharles, aprende la verdad. No predican doctrinas y recetas; predican indiferentes al detalle, la ley primitiva de la vida.

Un árbol dice: en mi vida se oculta un núcleo, una chispa, un pensamiento, soy vida de la vida eterna. Es única la tentativa y la creación que ha osado en mí la Madre Tierra. Mi misión es dar forma y presentar lo eterno en mis marcas singulares.

Un árbol dice: mi fuerza es la confianza. No sé nada de mis padres, no sé nada de miles de retoños que todos los años provienen de mí. Vivo hasta el fin del secreto de mi semilla, no tengo otra preocupación. Los árboles tienen pensamientos dilatados, prolijos y serenos, así como una vida más larga que la nuestra. Son más sabios que nosotros, mientras no les escuchamos. Pero cuando aprendemos a escuchar a los árboles, la brevedad, rapidez y apresuramiento infantil de nuestros pensamientos adquieren una alegría sin precedentes. Quien ha aprendido a escuchar a los árboles, ya no desea ser un árbol. No desea ser más que lo que es.”

(Extracto de El Caminante de Herman Hesse)



miércoles, 2 de septiembre de 2020

HORNBEAM

 

HORNBEAM para procrastinadores!
Nos permite trabajar sobre la pereza de solo pensar en lo que hay que hacer.
Tendencia a posponer aquellas cosas que se repiten cada día y que ya no resultan placenteras. Ese disgusto por lo rutinario se manifiesta como falta de energía física y mental. Sin embargo la energía está disponible lo que se evidencia cuando la persona se pone en marcha y hace lo que tiene que hacer sin problemas.
HORNBEAM es energía de inicio y ordenamiento.



ASPEN

 ASPEN, la esencia que trabaja los miedos a cosas desconocidas. Para personas muy sensibles al mundo de las energías, capaces de intuir o percibir cosas que otras personas no pueden ver ni sentir. Suelen captar en el aire cosas que no son racionales y por lo tanto temen que si las cuentan a otros, los tomarán por locos. Por ese motivo prefieren callar sus sensaciones. Así terminan temiendo esas percepciones y creyendo que sólo son producto de una mente perturbada.
ASPEN enseña a comprender y aceptar la capacidad de percepción como algo natural, transformando la sensación de oscuridad en Luz para utilizarla en forma positiva.


 

Bach y Bobbie

 Les comparto esta hermosa foto del Dr. Bach con su hija Bobbie porque me resulta muy tierna!


 

HEATHER

En estado negativo, profundo sentimiento de soledad que no puede tolerar. Por eso buscan siempre con quien conversar. Ese sentimiento puede darse incluso aunque se esté rodeado de seres queridos debido a una gran incapacidad para "metabolizar" el afecto.
Autocentramiento. Egocentrismo.
Somatizaciones, especialmente a nivel de pulmones y corazón.
Necesidad de ser el centro de atención. Dependencia estructural.
Adherencia indiscriminada a cualquier persona debido a una simbiosis mal resuelta y por eso no soporta estar solo consigo mismo.
Hipocondría.
Pueden intentar compensar su soledad a través de la comida o el excesivo consumo de cigarrillos.
La toma de la esencia aquieta y serena el alma. Brinda empatía. Produce una saludable objetividad emocional y afectiva. 


 

Star of Bethlehem.

Bach, describió esta esencia, por primera vez, en 1935 y lo hizo de un modo diferente al resto de las otras 18 que la acompañaban, en el pequeño opúsculo que pidió a su editor que agregara a la edición de Los Doce Curadores y los Siete Ayudantes. Allí dice, textualmente, “La que consuela, la que alivia los dolores y pesares.” Un simple, breve y contundente resumen de la acción de este remedio. Es interesante imaginar que el término “consuelo”, hace referencia a una acción de confortar, dar esperanza, aliviar, sosegar, mitigar la congoja, pena, angustia y agobio, que aflige y oprime a una persona y le quita interés por la existencia. Una conducta que genera, en quien la recibe, animo, alegría, felicidad y júbilo. Sin embargo, una traducción etimológica de esta palabra abre una puerta llena de implicaciones. Al rastrear su origen vemos que, consuelo, supone la presencia de un encuentro interpersonal, de un acto lleno de compasión y cuidado por el otro, ya que, su significado es: "ser con el que está solo". De manera que, consolar, no supone suprimir el dolor, sino estar junto al que lo sufre haciéndole llegar un mensaje: “No estás solo. Estoy a tu lado. Juntos llevaremos el peso de este dolor. Aquí estoy para reconfortarte”. Y, esta es la vivencia que Star of Bethlehem provoca en el corazón de las personas, un profunda sensación de “quitapesares”. Su labor genera un movimiento reflexivo, una especie de estado meditativo, singular y balsámico, pleno de quietud.
Como no sentir gratitud ante esta geométrica flor, si todos necesitamos tanto dar como recibir consuelo. (Eduardo Grecco)



Los árboles

En sus copas susurran el mundo, sus raíces descansan en lo infinito, pero no se pierden en él, sino que persiguen con toda la fuerza de su existencia una sola cosa: cumplir su propia ley, que reside en ellos, desarrollar su propia forma, representarse a sí mismos. Nada hay más ejemplar y más santo qué un árbol hermoso y fuerte. Cuando se ha talado un árbol y éste muestra al mundo su herida mortal, en la clara circunferencia de su cepa y monumento puede leerse toda su historia: en los cercos y deformaciones están descritos con facilidad todo su sufrimiento, toda la lucha, todas las enfermedades, toda la dicha y prosperidad, los años frondosos, los ataques superados y las tormentas sobrevividas. Y cualquier campesino joven sabe que la madera más dura y noble tiene los cercos más estrechos, que en lo alto de las montañas y en peligro constante crecen los troncos más fuertes, ejemplares e indestructibles. Los árboles son santuarios. Quien sabe hablar por ellos, quien sabe escucharles, aprende la verdad. No predican doctrinas y recetas; predican indiferentes al detalle, la ley primitiva de la vida. Un árbol dice: en mi vida se oculta un núcleo, una chispa, un pensamiento, soy vida de la vida eterna. Es única la tentativa y la creación que ha osado en mí la Madre Tierra. Mi misión es dar forma y presentar lo eterno en mis marcas singulares. Un árbol dice: mi fuerza es la confianza. No sé nada de mis padres, no sé nada de miles de retoños que todos los años provienen de mí. Vivo hasta el fin del secreto de mi semilla, no tengo otra preocupación. Los árboles tienen pensamientos dilatados, prolijos y serenos, así como una vida más larga que la nuestra. Son más sabios que nosotros, mientras no les escuchamos. Pero cuando aprendemos a escuchar a los árboles, la brevedad, rapidez y apresuramiento infantil de nuestros pensamientos adquieren una alegría sin precedentes. Quien ha aprendido a escuchar a los árboles, ya no desea ser un árbol. No desea ser más que lo que es.” 

Herman Hesse. (

fragmento de su libro Wanderung: Aufzeichnungen (Berlin: Fischer, 1920; traducido al inglés como Wandering: Notes and Sketches y al español como El caminante).