Hay un experimento que ustedes pueden hacer: se ponen unas
moscas en un frasco grande con tapa durante varios minutos. Si al cabo de ese
tiempo, se quita la tapa, el 99.9% de las moscas no pueden salir del frasco. En
base a esta experiencia sensorial inicial, las moscas y su mente-cuerpo, o lo
que sea, han estructurado un compromiso consigo mismas de que ése es el límite
de su universo. No pueden escapar de él, excepto una o dos de las pioneras que
se las arreglan para salir.
En la India se entrenan elefantes. Se hace algo interesante:
se toma un elefante bebé y se le ata con una cuerdita a una planta durante
varias semanas. Cuando este elefante crece, si se le ata con una cadena a un árbol,
puede romper la cadena o arrancar el árbol, pero si se le ata a una planta con
una cuerdita similar a la original, no podrá escapar, no podrá escapar. Cumple
el compromiso con su cuerpo-mente, esa es su prisión.
Este fenómeno se conoce entre los psicólogos como “compromiso
cognoscitivo prematuro“. Es un compromiso que hacemos con nuestro cuerpo-mente
que finalmente estructura nuestra realidad.
De manera que lo que ves ahí, es lo que te enseñaron a ver,
básicamente. Si no te dijeron que existe, entonces no existe para tí. El
sistema nervioso se desarrolla como respuesta a los estímulos nerviosos. Eso
crea una cierta percepción del mundo y esa percepción del mundo estructura un
sistema de creencias.
¿Cómo se hace un sistema de creencias?
Por lo que ves y tocas, por lo que oyes y hueles. Luego el
sistema nervioso tiene una sola función: reforzar el sistema de creencias. En
este momento, con las excepciones del caso, sólo pueden captar menos de una
millonésima de los estímulos presentes de donde están. Menos de una millonésima
de los estímulos presentes puede entrar en el sistema nervioso. Y estos son los
que refuerzan lo que ustedes piensan que existe.
Si Ustedes no piensan que existe, ni siquiera lo van a ver.
De manera que el dicho “ver para creer” es al revés: “creer
para ver“. De aquí que si no se cree en algo, no
se le ve y no se le oye, no se le puede tocar, gustar, ni oler.
Nuestro sistema nervioso ha sido programado para captar sólo
un fragmento de la realidad y con estos fragmentos, que es todo lo que tenemos,
no podemos ver el todo.
Esa es la razón por la que vivimos alienados, fragmentados,
separados de los demás, porque sólo podemos ver un poco aquí y allá. Y estos
fragmentos se han estructurado como resultado de los compromisos cognoscitivos
prematuros que hemos hecho.
Por ejemplo, el ojo humano puede ver entre 3.70 y 7.90 billonésimas
del espectro. Esto se puede entender, pero normalmente sólo puede ver dentro de
esos límites. Todo lo que sobrepase estas longitudes de onda, no existe para
nosotros. Hay instrumentos o aparatos científicos que extienden esos límites,
pero sólo un poco. Lo que percibimos no es exactamente la realidad. No es el
aspecto real del mundo. Es literalmente nuestra manera de mirarlo.
Las diferentes especies (de animales) lo ven diferente. Si uno
pasea con su perro, verá que huele un universo completamente diferente al
nuestro, oye lo que uno no puede oír.
Una serpiente siente su medio más en infrarrojo. Un murciélago se
orienta durante su vuelo a través del eco del ultrasonido. Las células del ojo
de la abeja no pueden percibir los colores que nosotros percibimos, pero ven en
la zona del ultravioleta. Cuando la abeja mira una flor, no ve la flor, sino la
miel a distancia. Se pierde la flor, pero nosotros nos perdemos la miel. Los
ojos del camaleón se mueven a lo largo de dos ejes diferentes. No podemos
imaginar cómo ve el camaleón esta sala.
¿Cuál es entonces el verdadero aspecto, la verdadera textura, el
verdadero sonido? La respuesta es: no hay más que infinitas posibilidades coexistiendo
al mismo tiempo. De esas infinitas posibilidades coexistiendo al mismo tiempo,
nosotros estructuramos una realidad perceptual. Y si ocurre que concordamos con
ella, entonces decimos que ahí tenemos la prueba de que existe.
Lo que llamamos tiempo no es más que una colección de
experiencias subjetivas, resultado de nuestra realidad perceptual. Pero esa
realidad, es una realidad en un nivel y es un artefacto en otros niveles. No es
toda la historia.
Sir John Eccles, fisiólogo británico actualmente
australiano, quien también ganó el Premio Nobel, dijo: No existen colores en el
mundo real, no hay textura en el mundo real, ni olores, ni belleza, ni fealdad.
Son todas realidades perceptuales, estructuradas en nuestra propia consciencia.
Lo creamos todo mediante nuestra interacción.
Es un hecho que el Universo está compuesto por campos de
fuerza y campos de materia que provienen de un sólo campo unificado.
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