Creo importante decirlo: es errónea la idea de que quien
busca un Sentido superior a su existencia viva por ello con el ánimo siempre en
alza, pleno, con vínculos armónicos y felices... (Ése es un facílismo que
algunos difusores de la New Age nos han vendido, y que genera mucha confusión.)
O sea: si estás procurando trabajar sobre tu mundo interno, relacionarte con
los demás sensiblemente, iluminar tus zonas menos crecidas, vivir de acuerdo a
los mejores valores… será esperable que en algún tramo del Camino experimentes
todo lo contrario de la “paz interior”.
Quisiera enumerar los sentires de lo que San Juan de la Cruz
llamó “la Noche Oscura del Alma”, -nombre que la Psicología Transpersonal tomó
del misticismo para definir ese tránsito que atraviesa en algún momento quien
busca acrecentar la conciencia de sí-: profunda tristeza, aislamiento,
sensación de no ser comprendido y de no tener pares; falta de Sentido para el
quehacer cotidiano; culpa por saber que uno “debería apreciar la vida”… y no
poder hacerlo! (pues eso no depende de la voluntad…); desorientación y sed de
comprender; indefinible sensación de amenaza; sequedad emocional, con
indiferencia por lo que antes generaba placer o entusiasmo; anhelo de tener
esperanza, y sin embargo no encontrar desde donde ejercerla; el derrumbe de
creencias que daban consuelo y que son puestas en tela de juicio, no
produciendo ya contención alguna… O sea: la sensación persistente de habitar en
un “agujero negro”…
Las personas allegadas a quien pasa por este proceso suelen
experimentar angustia, temor, a veces enojo porque el otro “ya no es como era”;
algunos quieren “inyectarle entusiasmo” proponiéndole actividades… sin lograr
devolverle el ánimo (lo cual a su vez les genera impotencia y frustración). Un
alumno una vez lo expresó así: “Era como si me insistieran en que fuera al
cine… y yo estuviera ciego! No comprendían lo que yo sentía…”
¿Qué le está pasando a quien experimenta esta Noche Oscura?
Un especialista en trastornos del ánimo tendría que hacer el necesario
diagnóstico diferencial, para discernir si podría tratarse de otro tipo de
problema: depresión endógena, estados de pánico, trastorno por duelo
suprimido…. Pero ese especialista debiera saber que también existe este otro
trastorno del ánimo, que más que una patología es una metapatología, pues se
trata de un proceso que va hacia una mayor integración, y no hacia una
des-integración: quien lo vivencia está pasando por un período en que su
trabajo sobre sí mismo (o alguna circunstancia externa) le ha generado un
quiebre de estructuras internas, por el cual la persona que fue hasta ese
momento ya no puede sostenerse, y ello está dando lugar a que puje para
manifestarse desde adentro una identidad más esencial.
A esa primera identidad resquebrajada las Tradiciones de
Conocimiento le llamaron “el Hombre Viejo”: condicionamientos externos que con
frecuencia no tienen mucho que ver con quienes realmente somos. En esa
circunstancia, la Esencia (la porción del Todo que nos habita) reclama tomar su
justo lugar. Como diría Jung, el Sí Mismo busca tomar el timón del barco y
pegar un viraje de 180°.
El costo psicológico de ese viraje es vivir esta instancia
en la que ya no somos quienes fuimos, pero aún no somos quienes vamos a ser. Es
como el momento en que uno se desviste para ponerse ropa más nueva: se está
desnudo. Con ello, confundido y vulnerable. La buena noticia es que San Juan no
le llamó el Pozo Oscuro sino la Noche Oscura, pues si se la transita con
sobriedad, sin dejarse tomar por ella, comprendiendo la naturaleza sagrada de
ese proceso (y con las ayudas que sean necesarias), lo que luego acontece es un
Amanecer: el advenimiento paulatino de una nueva identidad. Retorna el Sentido,
el contento, el entusiasmo (que significa en Teos = “estar con Dios”). Nor Hall
enunció una frase que acompaña nuestra tarea cada día: “Asiste a aquellos que
ya no están en donde estaban, y aún no han llegado hacia donde van”. De eso se
trata.
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