sábado, 29 de julio de 2017

El Misterio de una gota de rocío - Tercera Parte






Tercera parte
El rocío en la alquimia es la condensación de ese espíritu celeste. La humedad con el frío se condensa en gotas de agua. Esta transformación, del aire húmedo que impregna una superficie en gota de agua, ocurre debido a la radiación, especialmente en noches despejadas donde predomina la radiación infrarroja sobre la radiación solar (y en términos alquímicos la influencia de la luna y las estrellas). Esta radiación infrarroja pero también de rayos cósmicos y otras gamas de luz invisible impregnan la atmósfera de la energía del cosmos, la cual se materializa fugazmente en el rocío: un instante que engloba la luz. Quizás por esto, o porque el aire tiene una carga eléctrica, se dice atinadamente en la alquimia que el rocío porta el “fuego secreto” y como tal es una esfera perfecta: la conjunción de los opuestos, el agua y el fuego. La gota de rocío, ya sea de manera literal o simbólica, es la encarnación prístina del espíritu, primera manifestación visible de lo que es potencia ilimitada, en un estado en el que aún preserva su pureza. Reflejando la luz, el rocío es una gota de espíritu, un relámpago transparente o la superficie del cielo en una hoja: una síntesis microcósmica del universo.
Tradicionalmente se recogen las gotas de rocío en la primavera, en noches en las que la luna se mueve de creciente a plenilunio. Esto, para captar la energía del renacimiento que contiene el rocío en esta época en reflejo del proceso fertilizante de la naturaleza. 
Entre otros de los intereses popularmente atribuidos a los alquimistas, además de encontrar la piedra filosofal y convertir el plomo en oro, está lo que se conoce como el elixir de la vida y también la fuente de la juventud.  De alguna manera burlar la muerte y el proceso de degeneración del cuerpo con un equilibrio de los elementos, añadiendo mercurio, sal, azufre o buscando el opuesto –coniunctio oppositorum–, si se tiene poca agua o poco fuego, recurriendo a minerales, plantas o incluso personas que tienen un excedente de este elemento faltante para lograr la alquimia en el atanor del cuerpo, solve et coagula. Más allá de que la alquimia reconoció con Hipócrates que “es más importante saber qué tipo de persona tiene una enfermedad que qué tipo de enfermedad tiene una persona”, existen relatos y aventuras que mencionan la búsqueda de desarrollar una medicina universal, una panacea o el mismo alkhaest, el licor inmortal.
El rocío –que ya hemos visto es también “el fuego secreto de la naturaleza”– parece ser un elemento importante, al menos para algunos alquimistas, para obtener este “espíritu salino” con el cual se pueden realizar las operaciones maravilosas de la ciencia oculta.  En varios sentidos el rocío recuerda a un líquido divino o a una sustancia que confiere la divinidad o los atributos de lo celeste.  Recoger el rocío –la gota de aire condensado, una perla de Indra o un glóbulo de icor– en cierta forma  podría ser una técnica más sutil para robar el fuego de los dioses. Quizás una forma, por sigilosa y hermética, aceptada por los olímpicos que pese a ser longividentes deciden hacerse de la vista gorda, en esa hora crepuscular donde la realidad y el sueño se funden.
Una gota de rocío es un orbe de perfección, potencia pura en su transparecia luminosa. Una perla del universo, pequeño mundo. Una perla del collar que refleja todas las perlas en cada una.”Para los alquimistas, el proceso de individuación representado por el opus era una analogía de la creación del mundo”, escribió Carl Jung.
En cierta forma el rocío representa una forma individual que recapitula la creación del mundo.

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