(Publicado en agosto 6, 2013 de vivosydespiertos)
“Causa y efecto, los medios y los fines, semilla y fruto,
no pueden separarse, el efecto ya florece en la causa, el fin preexiste en los
medios, el fruto da la semilla.”
-Ralph Waldo Emerson
¡Qué curiosos somos! Cuando nos
golpeamos con algún objeto, lo pateamos; algo no nos sale como queremos, nos
enojamos al ver que hay cosas en la vida que no se pueden lograr; cuando no
comprendemos, echamos la culpa al destino que es “tan injusto y tan ingrato”;
no nos gusta como somos, entonces alguien nos ha hecho así; si nos relacionamos
con personas desagradables, concluimos que absolutamente todos los integrantes
del género humano son igualmente desagradables; algunos envejecen pensando que
todo ha sido culpa de sus padres; algo nos sale mal y nuestro primer reflejo es
buscar las causas en las demás personas; incluso en las pequeñas cuestiones
cotidianas…por ejemplo cuando llegamos tarde a una cita por haber salido tarde
de casa, somos capaces de enumerar infinitas causas externas para nuestro
retraso quedando perdidos nosotros mismos en el juego de la verdad y la
mentira.
A veces nos sentimos “traicionados”
por el destino cuando tenemos que lidiar con las separaciones, con la
enfermedad, con la muerte propia o ajena, con nuestras dificultades
psicológicas. Encaramos estos procesos con indignación, esto es, como si no
fuese justo ni correcto sufrir -he aquí la razón por la que perdemos el tiempo
que necesitamos para madurar y crecer. Esta clase de reacción al dolor, una que
no lee las causas, no nos servirá de nada. Si ponemos las causas afuera de
nosotros, no podremos aceptar que podemos vivir nuestras vidas a partir de la
comprensión correcta de las relaciones entre las cosas que nos llevan tanto a
la felicidad como al sufrimiento.
No solemos ser muy prácticos, ni
lógicos, ni leemos bien la experiencia personal, porque si lo hiciéramos
veríamos que a dondequiera que vayamos, en toda la existencia, hay imperfección,
dificultades, estrés e insatisfacción. ESTO ES COMO SON LAS COSAS. Ninguna
persona tiene la culpa. Esto es un punto muy clave. Si partimos de la base de
que tenemos la culpa de todo, también sentimos una compulsión a castigarnos o a
echar la culpa a los demás y esta es, sin lugar a dudas, sólo otra manera más
de seguir perdiendo el tiempo.
La queja, la ilusión, la distorsión
de la realidad: pan de todos los días en nuestra cultura.
El pensamiento infantil y mágico, el que nos lleva a sacar conclusiones tales como “no tengo suerte…el otro me hizo así…no tuve oportunidades… no pude elegir…”, todas son aseveraciones que nos alejan de aceptar y conocer quiénes somos en verdad. En cambio podríamos muy bien decir: “veré qué puedo hacer…tengo la intención de mejorar…intentaré comprender cuál fue mi error y cuáles son mis limitaciones….seguiré amándome a pesar de mis imperfecciones, por lo tanto aprenderé de ellas…”.
El pensamiento infantil y mágico, el que nos lleva a sacar conclusiones tales como “no tengo suerte…el otro me hizo así…no tuve oportunidades… no pude elegir…”, todas son aseveraciones que nos alejan de aceptar y conocer quiénes somos en verdad. En cambio podríamos muy bien decir: “veré qué puedo hacer…tengo la intención de mejorar…intentaré comprender cuál fue mi error y cuáles son mis limitaciones….seguiré amándome a pesar de mis imperfecciones, por lo tanto aprenderé de ellas…”.
Tanto podemos concebir el
sufrimiento como un agravio que nos hace la vida como reconocer que tiene un
sentido. No es mi intención promover el sufrimiento, ni estoy proponiendo que
nos instalemos en él para regodearnos con él, ni sugiero que sea fácil
atravesarlo, sino que podamos darle el valor que tiene, apreciar el hecho de
que si no hubiera sufrimiento, no sería preciso buscar la sabiduría. Al aceptar
el dolor, la decepción frente a la vida y a nosotros mismos desde una posición
adulta, comprenderemos las causas y que crean las condiciones en las que
vivimos.
© Fanny Libertun
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