Por
Claudia Belou
Los
estados emocionales negativos son lo que prevalece en nuestra mente, la mayoría
de las veces , inconscientemente. Porque nos preocupamos, porque tememos,
porque en vez de conectarnos con las posibilidades o herramientas que tenemos,
nos quedamos conectados al problema, a la imposibilidad de superar los
obstáculos que aparentemente nos superan y sin embargo no son más que piedras
en el camino de aprendizaje. A veces incluso entramos en estados en que
sentimos que todo se derrumba, o que todo se sale fuera de su cauce. En esos
momentos parece que lo único que puede sacarnos de allí es un milagro. Es
evidente que lo que más nos cuesta es poder salir de la posición en la que
estamos y “ver” las cosas desde otro lado.
Las
flores de Bach pueden cambiar nuestra visión desde muchos aspectos.
Tal
vez sólo sea corriendo un velo y volviendo hacia atrás un paso, para poder
reconocer que ya hemos cambiado, aunque no nos agrade del todo para el lugar
que hayamos ido. O tal vez sólo sea una oportunidad para ver todo lo que
podemos hacer, la cantidad de posibilidades que nos quedan para cambiar, para
crecer.
Su efecto es tan sutil, que muchas veces suele pasar desapercibido en lo
puntual, y la persona sólo nota estar más tranquila, o dormir mejor. No es del
todo consciente del gran cambio que, como si fuese “una gota de agua que horada
la piedra”, esta socavando desde adentro aquello que nos mantiene posicionados
en una visión negativa de las circunstancias que nos tocan vivir.
Hay flores que actúan permitiendo una toma de consciencia de lo que no podemos
o no queremos ver. Sería el caso de Agrimony, que nos confronta con lo que
queremos tapar y nos ayuda a resolverlo para evitar el efecto destructivo del
dolor en nuestro interior; Chestnut Bud, que nos permite darnos cuenta de lo
que no éramos capaces de observar en nuestro comportamiento hasta ese momento;
Aspen, que nos ayuda a elaborar la capacidad de “ver” cosas más allá de lo
consciente; Elm, cuyo efecto da a la persona la capacidad de regular el exceso
de responsabilidad y enseña a delegar; Oak, el permiso para descansar cuando
nuestro cuerpo lo pide, aunque tengamos aún una tarea por cumplir; Impatiens;
la comprensión que cada persona tiene un ritmo diferente al suyo para vivir;
Rock Rose que nos da la flexibilidad para aceptar que la vida es un constante
fluir, si bien puede gustarme orientar la mia en un sentido del que no me
permito desviarme jamás.
Podríamos
seguir nombrando flores que despierten nuestra consciencia ya que las 38 que
componen el sistema, cumplen de un modo u otro esta función. Lo importante es
que cuando alguien que conoce las flores nos ayuda a ver dónde estamos
“metidos” , la selección y preparación de una fórmula se hace mucho más
sencilla y efectiva.
La
mayoría de las veces nos resistimos a reconocerlo. Creemos que andamos por otro
camino más apropiado y que las circunstancias nos llevan a equivocarnos, en
suma, podemos tener una visión distorsionada de nosotros y de nuestra forma de
actuar.
Así,
las flores podrán encaminarnos nuevamente, para estar en contacto con nuestros
potenciales escondidos en lo más profundo de nuestro ser. Sin necesidad de
grandes conflictos ni procesos de pensamiento, espontáneamente. Como si de
golpe hubiésemos soltado parte de la gran carga que nos impusimos llevar sobre
los hombros. Es por esta razón que mucha gente ve las flores de Bach como un
alivio, y cuando lo preguntamos por qué? Suelen contestar que sólo pueden decir
que están más relajados, o duermen mejor. O simplemente que le siguen pasando
las mismas cosas pero ya no le afectan del mismo modo.
No
es un motivo suficiente para pensar en recurrir a ellas?
(Claudia Belou es docente internacional de formación de
cursos aprobados por el Centro Bach de Inglaterra.)